miércoles, 23 de agosto de 2017

EN EL COMER ESTÁ EL APRENDIZAJE


 La mala o poca alimentación y la desnutrición en la infancia afectan el comportamiento y el rendimiento escolar durante toda su etapa de crecimiento. Estudios de diversos orígenes así lo han demostrado.



En la Universidad de Harvard y el Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) determinaron que los niños mal alimentados son propensos a tener dificultad de aprendizaje y problemas de actitud, que se ven reflejados en irritabilidad, agresividad, dificultad de comprensión y falta de interés.

No en vano los expertos consideran que la fórmula nutrición-desarrollo mental tiene, en la mayoría de casos, una relación directamente proporcional con el desempeño académico del niño en su etapa escolar.

Inclusive, sin ser concluyente -cuenta Zulema Jiménez, coordinadora de nutrición y lactancia de la Secretaría de Salud de Bogotá-, en las escuelas del Distrito se ha evidenciado cómo niños mal nutridos son más dispersos y agresivos ante sus compañeritos de clase, que aquellos que están nutridos, quienes además, en promedio, son mejores estudiantes.




Esto ocurre porque en esa fase de desarrollo las neuronas requieren un gran volumen de proteínas y nutrientes que están en los alimentos, los cuales ayudan a construir todas las sustancias neurotransmisoras que permiten la interconexión entre las células nerviosas del cerebro, dice Jiménez.

El asunto se torna aún más delicado toda vez que, de acuerdo con un documento del Banco Mundial escrito por el médico Reynaldo Martorel, los efectos de la desnutrición en la primera infancia (0 a 8 años) pueden ser devastadores y duraderos. Además, esta impide el desarrollo conductual y cognitivo y afecta el rendimiento escolar y la salud reproductiva, debilitando así la futura productividad en el trabajo.

En ese sentido, Ingrid Vargas, nutricionista del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), explica que es poco probable que un adulto que haya tenido mala alimentación durante la infancia logre superar las deficiencias de concentración, desempeño y rendimiento intelectual.

La deficiencia de hierro (presente en la leche materna, carnes, pescados, lácteos, cereales enriquecidos, yema de huevo y queso), proteínas y otros nutrientes durante el crecimiento de los niños, disminuye su atención, capacidad de memoria y aprendizaje. Estos elementos son fundamentales para el desarrollo mental, al igual que los micronutrientes presentes en las frutas y hortalizas, explica Jiménez. Otro factor que merma el desempeño del niño desnutrido es la falta de vitamina A (frutas y hortalizas).
Octavio Villamarín Abril, secretario para el Desarrollo Social de Cundinamarca, y uno de los promotores de la creación de la Asociación Colombiana de Alimentación Escolar, explica cómo en su departamento han detectado menores desnutridos que tienen problemas de visión por deficiencia de vitaminas. A muchos se les descubrió el problema físico por sus bajos rendimiento y su falta de atención en las aulas.

La desnutrición ocasiona bajo peso y baja talla con relación a la edad. También afecta el sistema inmunológico, haciéndolo más vulnerable a las enfermedades infecciosas, agrega Vargas.

Esta situación -añade Jiménez- es una de las mayores causas de ausentismo escolar.
El desayuno es clave.
En esa relación nutrición-desarrollo mental, los expertos coinciden en el papel preponderante del desayuno tanto en el rendimiento académico como en la interacción social de los niños durante su vida escolar.

De hecho -afirma Jiménez-, la capacidad de atención, de concentración, de socialización y de apertura ante la carga académica depende en gran medida del nivel de energía que el menor tenga en la jornada escolar. Esto lo proporciona el primer alimento del día.
La nutricionista de la Universidad Javeriana Luz Karime Halaby agrega que en el desayuno el niño recibe una cantidad de nutrientes que generalmente no están en otros alimentos.
Además, para estar alerta el cerebro requiere la energía que provee la glucosa, que durante el sueño se mantiene estable, pero al iniciar la actividad del día, baja -asegura Halaby-. Es allí donde el desayuno juega un papel sustancial en la nueva carga de baterías.

De ese desayuno dependen el rendimiento, la capacidad de concentración y de análisis. En consecuencia, debe ser nutritivo y balanceado, dice Villamarín.
                                               
                                               Fuente: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1012319
                                               Recopilador: Nathaly Nicole Quisiverde Cottos

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